Por: Pedro
Rodríguez Rojas | Miércoles, 11/06/2008 11:29 AM |
“Españoles y Canarios, contad con
la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la
libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis
culpables.” Simón Bolívar. Trujillo 15 de junio de 1813.
Esta estrofa del Decreto de
Guerra a Muerte ha sido miles de veces sometida a los juicios valorativos sobre
su posible crueldad, pero como todo documento no puede ser entendida sino
dentro de su contexto: Qué estaba pasando 1813 para que Bolívar se atreviera a
lanzar tal proclama?. Ya seis meses antes en el célebre Manifiesto de Cartagena
de 1812, Bolívar reflexiona sobre las causas de la caída de la I República,
considerando entre las principales causa la debilidad del primer gobierno
republicano: El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en
el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del
sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por
todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos periodos, con
una ceguedad sin ejemplo.
Bolívar critica “las repúblicas
aéreas” que fueron diseñadas por los políticos sin experiencia: Los códigos que
consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia
práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que,
imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política,
presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos
filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y
sofistas por soldados.
En antesala a lo que sería en 1813 el Decreto de Guerra a Muerte, el Libertador acusa por igual la debilidad del ejército y la justicia, la excesiva clemencia refortaleció al enemigo:
Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar: porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina, que todavía no habíamos enteramente concluido! pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia…
El Decreto de guerra a Muerte es
la lógica reacción a esta debilidad, también un llamado a los americanos aun
reacios a levantarse contra la tiranía, por eso el perdón“… aun cuando seáis
culpables”, pero además fue una respuesta contra la despiadada postura de los
realistas encabezada por Monteverde pero que sería agudizada al extremo de la
crueldad por Boves. Frente a este contexto ya el 8 de junio Bolívar señalo:
“Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”. Era el hombre que venía
de iniciar desde el 14 de mayo desde Cúcuta una aguerrida campaña militar por
recobrar la libertad apenas acariciada, a penas liberada Mérida y Trujillo es
meritoriamente nombrado Libertador de Venezuela, en una campaña bien llamada
Campaña Admirable y que culmina el 6 de agosto de ese año cuando el ejército
patriota entre triunfante a Caracas y se inicia la Segunda República. El tiempo
transcurrido hasta finales de 1814 son meses realmente sangrientos de ambos
bandos. Caída nuevamente la república se produjo varios intentos por suspender
el decreto, en tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816,
expresó que: «...La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará
por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles.
Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual
obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de
noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó
la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual
derogaba el decreto de 1813.
Tomado de: http://www.aporrea.org/actualidad/a58659.html
Titulo original: A 195 años del
Decreto de Guerra a Muerte
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