lunes, 24 de junio de 2013

Talentos Venezolanos


Doris Wells es un emblema de la televisión venezolana
En esta época si viviera quizá sería la madre de la protagonista, la villana de la historia, o mejor aún, la escritora y productora de algún espacio novelero, de teatro, o porque no de cine. No podría predecirse, pues su eterna inconformidad consigo misma la llevó a explorar diferentes senderos en la pantalla chica. Tal vez por eso, a pesar de haber desaparecido físicamente hace 24 años, Doris Wells sigue resplandeciendo dentro del superpoblado universo artístico de la televisión venezolana. Los motivos para recordarla sobran.

En el set de grabación, la actriz siempre asumía la misma actitud de profesionalismo. Su belleza deslumbrante, sus expresivos ojos, su tono de voz particular y su cabellera rubia quedaron eternizados irremediablemente en la memoria colectiva del público que la amó hasta la saciedad.
Sus comienzos en el mundo de la actuación, estuvieron estrechamente ligados con el teatro. Se formó en la escuela de la actriz Juana Sujo, sin que su madre lo supiera y allí reafirmó su vocación histriónica junto a otras estrellas de renombre como José Bardina.

Una cuña
Doris Marina Buonafina, como realmente se llamaba, entró al mundo de la televisión por pura casualidad. Un día se encontraba en un gimnasio de judo y un publicista quedó prendado de su belleza, por lo cual le ofreció hacer cuñas en vivo del jabón Luxe. La jovencita de cabellos dorados aceptó el reto y comenzó a trabajar en Radio Caracas Televisión como modelo. Allí, el equipo que preparaba la primera telenovela con duración de una hora, la escogió para que acompañara al elenco de Historia de Tres Hermanas en 1964.
La novel actriz compartió roles estelares con Eva Blanco, Eva Moreno, Raúl Amundaray y Guillermo González. En esta primera historia, Doris Wells encarnaba el papel de la menor de las tres hermanas y la mala de la historia.

La primera interpretación que hiciera la rubia, desencadenó ira en los televidentes de aquel entonces, pues encarnó el rol con tanto profesionalismo que muchos pensaban que en verdad era una villana en la vida real. Ese primer trabajo le valió a Doris Wells para que la tomaran en cuenta en futuros proyectos como la villana estelar de la historia. Novelas como Renzo el Gitano, Amor Salvaje y El Mulato le hicieron ganar el respeto del público y de sus compañeros de labores.

Nuevos desafíos Otros retos llegaron, y la actriz que se abría paso, tenía que demostrar que podía ser mucho más que la malvada de las telenovelas, entonces los productores de RCTV decidieron darle la oportunidad como la cándida protagonista de las historias.

Llegaron telenovelas como Regina Carbonell, Sacrificio de Mujer y Raquel. En esta última, Wells compartió la protagonización con Raúl Amundaray y encarnó a una colegiala que se robó el cariño de toda la teleaudiencia del país.

A medida que la talentosa actriz concretaba metas, nuevos retos surgían en su exigente modo de ver el trabajo. La telenovela rosa ya no cubría sus expectativas y nuevos trabajos la encumbraron en la cima.
Hizo Campeones, en una adaptación para televisión de la novela de Guillermo Meneses, y, La Trepadora y Pobre Negro, también adaptaciones para la pantalla chica de las historias de Rómulo Gallegos. Eran tiempos en los que la telenovela cultural tenía su sitial en los espacios comerciales.

En la cúspide Los desafíos no se detenían y una nueva etapa llegó a la vida profesional de esta rubia. Corrían los últimos años de la década de los 70 en el siglo XX y la telenovela de ruptura llegó. La Señora de Cárdenas de José Ignacio Cabrujas le ofreció una nueva oportunidad a la actriz de demostrar su talento histriónico. Luego vino Soltera y sin Compromiso, ¿Qué pasó con Jacqueline? -donde encarnó el papel de dos hermanas gemelas-, La Comadre y  Gómez.

Los productores de RCTV decidieron unirla con otra actriz de peso en un unitario del ciclo de Rómulo Gallegos. Doris Wells y Marina Baura llenaron la pantalla chica con La Hora Menguada, un trabajo que la teleaudiencia jamás podrá olvidar, no sólo por la trama y el libreto, sino por las protagonistas que por primera vez se unieron en una historia.

Otras facetas


Aquella mujer llena de sueños, marcada por una época donde el talento histriónico debía salir a capela, ya que las telenovelas eran transmitidas en vivo y no había oportunidad para repetir, marcó su carrera con varios retiros que tuvieron origen en su eterna búsqueda de nuevos horizontes.
En ese explorar incesante, entonces, surgió la faceta de escritora y de productora de espacios. De su inspiración salieron entonces Porcelanas, Celosías, Soledad, su adaptación de Paz en las alturas y Derrota Final.
El cine para ella también constituyó un reto que quedó a la mitad de su conquista, no obstante su interpretación en el film de Fina Torres, Oriana, le valieron reconocimientos internacionales.
Su talento está latente y ha sido motivo de inspiración para muchas generaciones de actrices y actores, convirtiéndose en una estela inconfundible que se niega a morir. Doris Wells vive en sus trabajos que de vez en cuando son retransmitidos, y en la eterna búsqueda de la perfección, que siempre la marcó.

De interés

Vida

Doris Marina Buonafina nació en Caripito, estado Monagas, el 28 de octubre de 1948 y murió en Caracas el 20 de septiembre de 1988.

Enfermedad Pereció tras sufrir un extraño tipo de cáncer, denominado síndrome de Foli. En varias oportunidades se enfrentó a su enfermedad y trató de ocultar su mal.

Funeral

No quiso que la vieran muerta, su último deseo fue que sellaran su féretro para que el público la recordara tal cual como era en vida.

Fruto

La actriz tuvo tres hijos, dos hembras y un varón (Xavier). Éste último es el único que ha manifestado interés por el mundo artístico, pero sólo ha hecho, hasta ahora, radionovelas.
Como una estrella que no se quiere apagar, el recuerdo de Doris Wells, la señora de la actuación, sigue más ardiente que nunca.
 Tomado de http://talentovenezolano.blogspot.com 
 Domingo, septiembre 02, 2012

sábado, 15 de junio de 2013

Imagenes de la Casa del Decreto a Muerte





Imágenes tomadas de Barinas.net.ve, la Corporación Trujillana de Turismo y del museo de historia Casa del Decreto de Guerra a Muerte

Historia de la histórica Casa de la Guerra a Muerte

Centro de Historia del Estado Trujillo o Casa de la Guerra a Muerte 

 El Centro de Historia o Casa de la Guerra a Muerte, es uno de los monumentos históricos nacionales del estado Trujillo, el cual representa lo que  fue la Proclama de la Guerra a Muerte, el Armisticio y la Regularización de la Guerra, cuya culminación fue en la población de Santa Ana, el 27 de noviembre de 1820.

Esta institución trujillana se halla ubicada el la vieja casona de hermosa condición donde el Libertador Simón Bolívar firmo el Decreto de Guerra  a Muerte; el 15 de junio de 1813, y el 25, 26 y 27 de noviembre de 1820 y se dio el abrazo de Bolívar y Morillo en Santa Ana, respectivamente.

Esta casa perteneció al Escocés Jacobo Antonio Roth, quien la cedió al Ejercito Libertador y a Simón Bolívar para que pernotara en ella. El 15 de junio de 1813, a las tres de la mañana fue testigo de la firma de la Proclama de la Guerra a Muerte, como una necesidad  histórica de los republicanos ante las atrocidades de las huestes realistas.

En este sentido, Jacobo Antonio Roth, quien lego a ser el primer gobernador político militar de Trujillo, cuando Venezuela se libera del yugo español, que había durado  tres siglos de colonización, gran republicano le cede la casa a Bolívar para la firma de dicha proclama.
Siete años después, en la segunda visita del Libertador a Trujillo, el 25 de noviembre de 1820, se dan dos tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, donde el genio de Sucre lideriza la contienda de la guerra independentista.

Esta referencia es histórica y mundial, porque dichos tratados son tomados en cuenta en las convenciones de los Derechos Humanos a nivel mundial por la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Corte de La Haya; fundamentalmente, cuando la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Versalles, tomaron como referencia el Armisticio y Regularización de la Guerra, efectuado aquí en Trujillo en 1820. asimismo, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando las conversaciones de Ginebra, también son tomadas en cuenta dichas connotaciones.

Del 1 al 6 de marzo de 1821, en la tercera visita de Bolívar a Trujillo se entrevista con el obispo Rafael Lasso de La Vega, en la Iglesia Catedral de Trujillo, época en que la iglesia se suma a la gesta independentista, ya como institución; el libertador pernoto nuevamente en dicha residencia, así como también en su cuarta visita.

También, en dicha casa vivió por un tiempo el General en Jefe José de La Cruz Carrillo Terán, hasta el 17 de junio de 1865, cuando muere. Cruz Carillo es uno de los próceres de la independencia (Trujillano), quien llegó a ser héroe de la Batalla de Boyacá, en Colombia, colaborando para su independencia, el 7 de agosto de 1819.

Allí se conserva la mesa donde se firmaron estos documentos, al igual que importantes piezas documentales, reliquias, numismática, utensilios, objetos de importancia histórica y cuadros con la figura de próceres y figuras relevantes del estado Trujillo.



Horario: Lunes a Viernes 8:00 a.m. a 6:00 p.m.
Dirección: Av. Independencia, cuadra más arriba de la Plaza Bolívar del Municipio Trujillo-Venezuela





Tomado de: http://www.trujillovirtual.com/sitios1.html

Decreto a Guerra Muerte

Por: Pedro Rodríguez Rojas | Miércoles, 11/06/2008 11:29 AM |

“Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.” Simón Bolívar. Trujillo 15 de junio de 1813.
Esta estrofa del Decreto de Guerra a Muerte ha sido miles de veces sometida a los juicios valorativos sobre su posible crueldad, pero como todo documento no puede ser entendida sino dentro de su contexto: Qué estaba pasando 1813 para que Bolívar se atreviera a lanzar tal proclama?. Ya seis meses antes en el célebre Manifiesto de Cartagena de 1812, Bolívar reflexiona sobre las causas de la caída de la I República, considerando entre las principales causa la debilidad del primer gobierno republicano: El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos periodos, con una ceguedad sin ejemplo.
Bolívar critica “las repúblicas aéreas” que fueron diseñadas por los políticos sin experiencia: Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados.


En antesala a lo que sería en 1813 el Decreto de Guerra a Muerte, el Libertador acusa por igual la debilidad del ejército y la justicia, la excesiva clemencia refortaleció al enemigo:

Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar: porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina, que todavía no habíamos enteramente concluido! pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia…
El Decreto de guerra a Muerte es la lógica reacción a esta debilidad, también un llamado a los americanos aun reacios a levantarse contra la tiranía, por eso el perdón“… aun cuando seáis culpables”, pero además fue una respuesta contra la despiadada postura de los realistas encabezada por Monteverde pero que sería agudizada al extremo de la crueldad por Boves. Frente a este contexto ya el 8 de junio Bolívar señalo: “Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”. Era el hombre que venía de iniciar desde el 14 de mayo desde Cúcuta una aguerrida campaña militar por recobrar la libertad apenas acariciada, a penas liberada Mérida y Trujillo es meritoriamente nombrado Libertador de Venezuela, en una campaña bien llamada Campaña Admirable y que culmina el 6 de agosto de ese año cuando el ejército patriota entre triunfante a Caracas y se inicia la Segunda República. El tiempo transcurrido hasta finales de 1814 son meses realmente sangrientos de ambos bandos. Caída nuevamente la república se produjo varios intentos por suspender el decreto, en tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que: «...La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.

Tomado de: http://www.aporrea.org/actualidad/a58659.html
Titulo original: A 195 años del Decreto de Guerra a Muerte 

Restos de filosofía: el decreto de guerra a muerte ¿inteligencia o estupidez?

07.05.12 | por Gonzalo Palacios G.

En mi libro VENEZUELA XXI La Revolución de la Estupidez, creí haber dado suficientes razones para catalogar el Decreto de “Guerra a Muerte” como una de las estupideces de El Libertador Simón Bolívar. Alguno que otro lector no ha aceptado ese juicio. Se me ha acusado de antibolivariano y por ende de antipatriota lo cual me preocupa únicamente porque tal acusación demuestra la estupidez de quienes la hacen, pues ni me conocen ni saben distinguir entre patriotismo y personalismo. Este error es fundamental en la historia de Venezuela – es decir, fundamenta la Nación y todas sus instituciones. Así, vemos numerosísimos casos de venezolanos que han logrado identificar instituciones nacionales consigo mismo. 
Para muestra basten dos de ellos que para desgracia nuestra se identificaron con la Patria:
Simón Bolívar: “¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos; juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”
Hugo Chávez: “Juro por el Dios de mis padres, juro por mi nación, juro por mi honor que no permitiré que mi alma descanse ni bajaré mi brazo, hasta que haya roto las cadenas que oprimen a mi pueblo por la voluntad de los poderosos”. En Bart Jones, Hugo! The Hugo Chávez Story from Mud Hut to Perpetual Revolution. Hanover, New Hampshire: Steerforth Press (2007).
Me permito recordar al lector lo que escribí en otra ocasión:
“Lamentablemente… para el pueblo, sus héroes no cometen estupideces; y así se escribe la historia.” (LITERANOVA, 26.03.12, Restos de Filosofía, Estupideces Adicionales). No quiero decir que estos juramentos sean estupideces de por sí, sino que ambos fueron productos de emociones y sentimientos del momento sin ser guiados por la inteligencia: cero sindéresis.
Analizaré de inmediato el famoso decreto de Guerra a Muerte para especificar los pasajes que demuestran la estupidez de Simón Bolívar al momento de publicarlo. Para ayudar a quienes no conozcan su historia, ubicaré el episodio brevemente en el espacio y el tiempo.

“Trujillo, Venezuela, junio, 2012”: cualquier periodista contemporáneo identificaría así el lugar y fecha de la noticia que está informando. En el siglo XIX, las noticias tardaban días, semanas y a veces meses en llegar su destino. A mediados de 1813, desde el Cuartel General de Trujillo, Bolívar ordenaba a su secretario Pedro Briceño Méndez que hiciere publicar un decreto dirigido “A sus conciudadanos” venezolanos. El nuevo decreto sería publicado en Caracas varios días más tarde, en la imprenta de Juan Bailio (o Baillío) con fecha 15 de junio de 1813, 3º. Evidentemente, no era posible publicar nada en Trujillo, a donde no había llegado la imprenta. Aparentemente ninguno de sus conciudadanos era capaz o contaba con la confianza de El Libertador para imprimir su más reciente explosión emotiva:

“[…] no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte: que han violado los derechos sagrados de las gentes: que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre […] ”
Bolívar tendría que confiarse de un impresor Europeo, con menos de tres años en Caracas, Juan Bailio. Oriundo de Francia, Bailio había llegado a Venezuela a los 58 años de edad proveniente de Haití.
El hecho que Bolívar se viera obligado a publicar su sanguinario decreto días más tarde de su redacción en Trujillo indica el estado de subdesarrollo cultural en que se encontraban “los estados que cubren nuestras armas” (a menos que indique lo contrario, las citas son del Decreto). También se puede deducir que para algunas tareas militares y administrativas, Bolívar confiaba más fácilmente en extranjeros que en sus compatriotas, quizá por efecto de la educación recibida desde niño y adolescente, quizá por la admiración que sentía hacia la cultura inglesa y los americanos del Norte. Ejemplos sobran: el general Juan Illingworth, el general O’Leary, el coronel Henry Wilson, Mr. Spackman y Juan Alderson (tutores de su sobrino Fernando en Estados Unidos), George Robertson y J. P. Campbell (banqueros ingleses), coronel John Robertson (secretario personal, ver “Carta de Jamaica”), Thomas Brión, Thomas Charles Wright y muchos otros. Confianza y fe ciegas, nacidas de los deseos comerciales y políticos de los mantuanos que todavía ignoraban que el Norte “es una quimera.” Bolívar comenzaba a pensar que “todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos” y que “las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre…” (Carta de Jamaica).
Pero ni estaban dadas las relaciones internacionales como para trasladar aquellas ciencias y artes a territorios hispanoamericanos ni Bolívar habría captado el alcance de la profunda y dolorosa verdad expresada en sus propias palabras años más tarde en su “Carta de Jamaica, un magnífico análisis de la realidad de la América española y su porvenir” (Eduardo Casanova):
“En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina.”
Dificulto que alguien que no haya vivido en el interior venezolano sea capaz de imaginarse como sería la vida en Trujillo en 1813. Los que conocimos al país a partir del esperanzador gobierno del General Eleazar López Contreras (1936-1941) podemos recordarlo más o menos como lo vieron José Antonio Páez, José Tomás Bóves, y el mismo Bolívar. Durante más de un siglo, poco o nada había progresado el país bajo los más de treinta dictadores y presidentes que lo gobernaron. Los que viajábamos a la provincia antes de la primera mitad del siglo XX, lo hacíamos por carreteras, no siempre pavimentadas, construidas durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Polvorientos, intransitables durante la época de lluvias o de “quemas agrícolas” (Colombia finalmente las prohibió a principios del 2012), estos caminos habían sido construidos por presos políticos y diseñados - según algunos historiadores – con criterio militar y no civil.
“La reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre” diría Ortega y Gasset (Meditaciones del Quijote, 1914) poco más de un siglo más tarde. Simón Bolívar en Trujillo de 1813 confirma proféticamente la veracidad del ensayo del filósofo español. El contenido y el estilo del Decreto de Guerra a Muerte reflejan a cabalidad la circunstancia en la que El Libertador se encontraba para entonces. Circunstancia que él había creado para sí a partir de haber entregado al General Francisco de Miranda a los españoles once meses antes.

Si bien fue cierto que los españoles habían “cometido todos los crímenes” y reducido al país “a la más espantosa desolación”, era absolutamente falso entonces y siempre que la justicia se lograría con la venganza. La “necesidad” que obligaba a Bolívar no era la de ajusticiar a los enemigos sino la de convertir a sus conciudadanos venezolanos en “los monstruos que infestan y han cubierto de sangre” al suelo colombiano. Para lograr esta maquiavélica transformación del pueblo, para lograr reducirlo al mismo nivel de “los bárbaros españoles, que […] os han destruido con la muerte”, no había que pensarlo: decretaría la Guerra a Muerte, sin contemplación alguna de las consecuencias. Aunque no necesariamente como su causa, este modo de proceder irresponsable, sin importarles las consecuencias de sus actos, lo repetirán todos los dictadores venezolanos comenzando con José Antonio Páez y culminando con su máxima expresión, Hugo Chávez.

Me permito descalificar futuras críticas de lo que aquí he escrito confirmándolo con las palabras mismas de El Libertador. Palabras, dicho sea de paso, que constituyen un rechazo total de su patrimonio étnico y un motivo personal al declararle la Guerra a Muerte a quienes fueron sus parientes, su difunta esposa, y sus amigos. Esas palabras confirman que Bolívar no quería justicia sino venganza inmediata, y al diablo las consecuencias (“aprés moi le dèluge”). Estas palabras con las que finaliza el Decreto las aprendimos en la primaria, cuando se enseñaba historia en Venezuela:
“Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.”
¿Será acaso que a partir de condenar a muerte a personas inocentes (Españoles y Canarios) y a partir de conceder inmunidad a los culpables (Americanos) que llegamos a desconocer toda justicia? ¿Será posible que la estupidez de Bolívar (cero inteligencia de su parte y de quienes lo rodeaban en Trujillo) fue la causa de que en nuestros días se honren “los restos mortales del luchador social Américo Silva, muerto como consecuencia de la persecución a la disidencia política […]?” ¿y que a Carlos De Oliveira, aun cuando fuese culpable, le confieren inmunidad por sus crímenes? Nada de leyes: nada de magna carta, nada de justicia: sólo la venganza contra los que no obran “en obsequio” de la mal llamada Revolución Bolivariana. Años más tarde, descansando en su hamaca en Jamaica, Bolívar comprendió que sus compatriotas no poseían “los talentos y las virtudes políticas” necesarios para ser libres y vivir bajo el dominio de la ley. Lamentablemente, ya se había efectuado en el pueblo venezolano la transformación preconizada en el Decreto y hasta el sol de hoy tenemos gobernantes que dejan al país en “la más espantosa desolación” u a sus ciudadanos convertidos en monstruos de guerra.
Gonzalo Palacios Galindo (Maracay, 1938).






Estudió Arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, Recibió la Maestría y el Doctorado en Filosofía en la Universidad Gregoriana (Roma) y en la Universidad Católica de América (Washington, DC, USA). Mantuvo una intensa actividad académica en varias universidades de Venezuela y de Estados Unidos. También ejerció cargos diplomáticos en la Embajada de Venezuela en Washington. Actualmente enseña Filosofía en Prince George’s Community College.

Hace 200 años Bolívar trazó una política de ofensiva total contra el imperio

El Decreto de Guerra a Muerte respondió a la extrema crueldad de los realistas

El polémico documento, que planteaba pasar por las armas a los españoles y los canarios que no obraran activamente en obsequio de la libertad de América, ha sido analizado fuera de su contexto, señaló el historiador Omar Hurtado
El Decreto de Guerra a Muerte, dictado por Simón Bolívar en Trujillo en 1813, en plena Campaña Admirable, en respuesta a la sanguinaria represalia con la que la Corona española puso fin a la Primera República. “Fue una respuesta lógica a la desestimación de los contenidos humanos de la Capitulación firmada en La Victoria el 25 de julio de 1812, entre los emisarios de Domingo Monteverde y el Generalísimo Francisco de Miranda”, señaló el historiador y docente universitario Omar Hurtado al Correo del Orinoco.
Aunque Monteverde aprobó la capitulación personalmente, “él mismo la violó sistemáticamente, de manera que no fue extraña la actuación a mansalva de sus huestes que implantaron un régimen de terror y crueldades con saqueos y matanzas por doquier”, acotó el académico.
“Ante esta vesánica actitud, Antonio Nicolás Briceño y un grupo de patriotas dieron a la luz pública el Convenio de Cartagena, el 16 de enero de 1813, en el que establecieron la confiscación de los bienes de los españoles y su reparto entre los afectos a la causa patriota, así como un sistema de ascensos militares que se basaba en la cantidad de españoles ajusticiados”.
Estos hechos relatados por Hurtado ilustran el contexto en el que se produjo el decreto de Bolívar, que no fue un hecho circunstancial sino que expresaba una política orientada a librar una guerra total contra el imperio español. De hecho, puntualizó que el documento “posteriormente fue ampliado y suscrito por el brigadier Simón Bolívar en Cúcuta el 20 de marzo del mimos año (1813) y convertido en proclama en Mérida el 7 de abril”.
“Más adelante fue ratificado en San Carlos de Austria (Cojedes) el 28 de junio, ocasión en la que El Libertador, rango que le había conferido la Municipalidad de Mérida en mayo, dirigió la siguiente proclama: ‘Por última vez, españoles y canarios, oíd la voz de la justicia y de la clemencia. Si preferís nuestra causa a la de los tiranos, seréis perdonados y disfrutaréis de vuestros bienes, vida y honor; y si persistís en ser nuestros enemigos, alejaos de nuestro país o preparaos a morir”.
-¿Esta política se cumplió al pie de la letra?
-Al estar la Política de Guerra a Muerte constituida por una serie de decretos emitidos por la Comandancia General del Ejército patriota era de obligatorio cumplimiento por todos los efectivos del mismo, aunque las ejecutorias derivadas de él debían ser decididas por los comandantes de plaza o destacamentos, según su jerarquía. No dudamos de que sus mandatos fueron cumplidos al pie de la letra.
Hurtado precisó que “ya en el año 1814, por órdenes de El Libertador, se adelantan muchas ejecuciones sumarias. Pero no olvidemos que es tristemente célebre la fama que acompaña al Mariscal Pablo Morillo quien vino a estas regiones con el mandato expreso de “pacificarlas y volverlas al servicio del Rey”, y se valió de la política de guerra a muerte que imperaba para someter a un sitio a sangre y fuego a Cartagena, asolar las provincias rebeldes y desarrollar verdaderas carnicerías.
- ¿Esa política incidió de algún modo en el hecho de que la Campaña Admirable se cumpliera con éxito en solo cinco meses?
-La respuesta de los patriotas ante la extrema crueldad de los realistas se mantuvo en vigencia hasta la firma del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra por el Capitán General Morillo y El Libertador el 25 y el 26 de noviembre de 1820, en Santa Ana de Trujillo por el cual ambos bandos se comprometen “a hacer la guerra como la hacen los pueblos civilizados”. Pero mientras duró, ciertamente tuvo una enorme influencia en la manera fulgurante y exitosa como se desarrolló la Campaña Admirable. Durante el desarrollo de su campaña de la Nueva Granada, Bolívar concibió la idea de una guerra total contra los españoles y solicitó permiso al Congreso de la Nueva Granada para desarrollar acciones militares en el suelo venezolano.
Al obtenerlo, avanzó como un huracán sobre Mérida, Trujillo, Guanare, Barinas, Araure, San Carlos, Taguanes, Valencia, La Victoria, donde el 4 de agosto de 1813 se produjo la capitulación del gobierno realista. Entró a Caracas, que le ratificó el título de Libertador. Luego vino el sitio de Puerto Cabello, donde se había refugiado Monteverde, y se realizaron las batallas de Bárbula -donde murió Atanasio Girardot-, la de Barquisimeto, la de Vigirima y la de Araure.
TEXTO EN SU CONTEXTO
Al respecto indicó lo importante de recordar que Simón Bolívar “entendió, primero que nadie, las causas de la pérdida de la Primera República y las explanó en el célebre Manifiesto de Cartagena. Pero, además, él mismo comprendió las razones del naufragio de la Segunda y las anotó en el Manifiesto de Carúpano, al señalar que las armas patriotas estaban invictas ante sus naturales adversarios y que sólo las habían derrotado la ignorancia”.
Con esa observación, Bolívar se refería “a la manipulación de que fueron víctimas los sectores más desposeídos de la sociedad al alinearse mayoritariamente contra el movimiento emancipador, ignorando que el orden económico social imperante era el impuesto por la colonia española en 1498”.
Hurtado destacó que con esta afirmación “el más grande de los venezolanos estaba replanteando la argumentación que dio lugar a los sucesivos decretos de Guerra a Muerte y reivindicando la necesidad de incorporar a los excluidos por el orden colonial así como también internacionalizar la guerra, que, en definitiva, era lo que perseguía con la promulgación de esta política”.
Fuente/Mercedes Aguilar
I/Edgar Vargas
Caracas

Tomado del diario Correo del Orinoco, La Artillería del Pensamiento




sábado, 8 de junio de 2013

Decreto a Guerra Muerte

SIMÓN BOLÍVAR
Óleo de Ricardo Acevedo Bernal, Quinta de Bolívar, Bogotá
[1813]

Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejercito del Norte,
Libertador de Venezuela
A sus conciudadanos
Venezolanos: Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos.
Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña, y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y, en fin, han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, abrirles por la ultima vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de España, y al restablecimiento de la República de Venezuela.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra, y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado, serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis pare excitar nuestra animadversión.
Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813.—3
Simon Bolívar.
Es copia.
Pedro Briceño Méndez,

Secretario

200 AÑOS DEL DECRETO A GUERRA MUERTE

Un documento polémico, o la respuesta necesaria ante la cruedal de los vencidos 

Este 15 de junio se conmemora en la ciudad de Trujillo (Venezuela) el bicentenario de la proclama emitida por Simón Bolívar (en ese momento Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejercito del Norte) en plena Campaña Admirable en respuesta a la sanguinaria represalia con la que la Corona española puso fin a la primera república, nombre con el que se conoce  al periodo histórico transcurrido entre los años 1810 y 1812 en la historia de Venezuela. 

La primera república tiene su inicio el 19 de abril de 1810 cuando la Junta Suprema declarada en Caracas destituye al Capitán General  Vicente Emparan e instala un Congreso así como declara la independencia del país el 5 de julio de 1811.  El nombre del país durante este período fue Estados Unidos de Venezuela, Confederación Venezolana o Provincias Unidas de Venezuela, y tuvo como capital a la ciudad de Valencia con motivos de mantenerla como aliada a la pretensión independentista de Venezuela.

Con la declaración de la independencia y las campañas emprendidas por los republicanos se inicia la guerra de independencia.. La república cae definitivamente el 25 de julio de 1812 con la capitulación de San Mateo ante el jefe realista Domingo Monteverde, al haber vencido en su campaña por la reconquista del país, quién entra en Caracas el 30 del mismo mes.

Para conmemorar esta fecha publicaremos, en primer lugar el documento redactado por Simón Bolívar y escrito por su Secretario personal y posteriormente algunos análisis sobre el, que ha lo largo de la historia ha desatado un sinnúmero de polémicas o de posiciones contrapuestas casi imposibles de conciliar que nació al calor de la caída de la primera república y avivo el espíritu indoblegable por la libertad que guió a nuestros Libertadores.