Aquiles Nazoa
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Aquiles Nazoa (17/05/1920-25/04/1976) |
Poeta y humorista
venezolano, n. en 1920 y m. en un accidente automovilístico en 1976.
Nacido en el
barrio popular de El Guarataro (Caracas), vivió orgulloso de su extracción
humilde, sus oficios proletarios, el auto didactismo que lo convirtió en uno de
los más cultos escritores venezolanos, poseedor de una vasta erudición musical,
excelente lector de autores en lenguas inglesa y francesa, aprendidas por su
cuenta, riesgo y pasión. Hipersensible, arrebató su cultura a pedazos en el
trajinar por la supervivencia. Aprendió el valor de la sonrisa en la lucha
cotidiana por sus ideales, y siempre fue, y se jactaba de ello, El
Transeúnte sonreído, título de su primer libro de poemas.
Admirador
de George Bernard Shaw, William Shakespeare, llya Ehrenburg, Hans Christian
Andersen y Wolfgang Amadeus Mozart, en orden ascendente de pasiones, como
acostumbraba decir. Shaw, por su irreverencia, Shakespeare por su tragicidad
exagerada, Ehrenburg por su irrespeto a la solemnidad de un socialismo
demasiado perfecto, Andersen por su desmesurado amor a Jenny Lynde, "el
ruiseñor de Suecia", Mozart porque era un niño en cuyo genio estaba
compendiada toda la música del universo.
Hizo periodismo
combativo desde muy joven, consciente del poder de fuego de la palabra bien
manejada. Fustigó sin tregua el mal gusto de una burguesía nuevo-rica,
obnubilada por los objetos de consumo que tipificaron la Venezuela saudita en
el auge del comercio petrolero. Satirizó los lastres de una democracia
representativa que varias veces se tornó represiva. De esta materia se nutre su
humor. Así dejó testimonios desde las páginas del semanario humorístico Fantoches,
fundado por Leoncio Martínez, su maestro en todos los sentidos. Desaparecidos
periódico y fundador, ingresó a las filas de El Morrocoy Azul y luego de
Dominguito, otros dos semanarios dirigidos por el humorista y
revolucionario Gabriel Bracho Montiel. Cuando El Morrocoy Azul fue
adquirido por un ministro de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Nazoa
contribuyó a fundar otros periódicos de humorismo combativo, empresas en las
cuales lo acompañaron su hermano Aníbal, Kotepa Delgado, Claudio Cedeño,
Ildemaro Torres, Aureliano González y otros. Así fueron apareciendo y
desapareciendo efímeros semanarios: La Pava Macha, El Tocador de las
Señoras, Una Señora en Apuros, El Fósforo. Además, semanalmente, con el
seudónimo de "Lancero" publicó poemas satíricos en el diario El
Nacional.
Durante la dictadura
de Pérez Jiménez, estuvo exilado en Bolivia. Era 1957. Cantó a las
"cholitas barrenderas", compiló una antología de diez poetas
bolivianos y otra de cuentistas hispanoamericanos. A su regreso a Venezuela,
buscó refugio en la ciudad provinciana de Cagua. Vivió allí entre libros y
muñecas de trapo. Se desvivía por el rescate de los juguetes tradicionales, en
continua exploración de la esencia popular de la cultura, donde arraiga toda su
obra.
La rebeldía venezolana se ha expresado verbalmente en los refranes y
coplas, en los chistes políticos y el humor paródico. Ha sido una constante de
la lucha contra regímenes represivos. Aquiles Nazoa comprendió y valoró estos
recursos en otros humoristas a quienes estudió y fue recogiendo en antologías.
De esa tradición abrevó elementos para elevarlos a resonancias críticas y
poéticas no igualadas. El cuento folclórico, las tragedias y comedias clásicas,
los romances de tradición hispánica, fueron cimientos de poemas suyos escritos
casi siempre dentro de una métrica popular octosilábica o en el clásico
endecasílabo. Estaba convencido de que en lo popular se nota ante todo el
ritmo interior de la frase, la medida octosilábica en que está acuñada, como
para que con esa música, ese ritmo, esa medida de verso que se le ha impreso a
la expresión, se fije en la memoria; se sabe que en la memoria es más fácil
retener aquello que viene medido, aquello que viene versificado. (Nazoa: Las cosas más sencillas, 92).
Desde 1945 circularon sus
libros humorísticos y satíricos. Los lectores se condicionaron a verlo como un
generador de risa tras la cual se ocultaban ternura y lirismo represados. En
1960 apareció otro libro que, sin romper con la sutileza en el manejo del lenguaje,
revelaba a un gran poeta "en serio". Lo tituló simplemente Los
poemas.
En 1961, cuando se
produce la agresión contra la naciente Revolución Cubana, Nazoa adoptó
posiciones de solidaridad muy definidas. Dictó dos conferencias en la Asociación
Venezolana de Periodistas, bajo el título Cuba, de Martí a Fidel Castro.
Volvió a su refugio de Cagua. Dictó recitales nómadas por pueblos y ciudades,
juglar protestatario. Sus rondas le permitieron ahondar más en el conocimiento
profundo de la cultura nacional, lo que resume en una frase que se volvió
consigna: "Creo en los poderes creadores del pueblo".
En 1962 las luchas
insurreccionales sacudían el continente. La Revolución Cubana había marcado su
impronta desde la Segunda Declaración de La Habana. Nazoa fue consecuente en
sus posiciones ideológicas. Recorrió todo el territorio venezolano para dictar
conferencias críticas sobre "la pava y lo pavoso". Detrás del título
alusivo a las creencias en el mal agüero había un mensaje cuestionador de la
sociedad. Cuando el país retornó al apaciguamiento y a las luchas
institucionales, Nazoa volcó su ingenio y la vasta cultura de la cual hacía uso
sin ostentaciones, para proyectar su imagen a través de la televisión
venezolana con un programa semanal que le granjeó simpatías y popularidad:
"Las cosas más sencillas".
Su temprana conciencia de
clase proletaria, su formación marxista, hicieron de Aquiles Nazoa un signo
dramático de dignidad intelectual y política irreductibles. Su vida áspera y
difícil le aguzó la sensibilidad de poeta. Fue un empecinado defensor de la
naturaleza y un combatiente infatigable contra la destrucción de la ciudad
natal por la voracidad "modernizadora" de los contratistas. Llegó a
conocer tanto de urbanismo como un profesional. Enemigo declarado de la
sociedad de consumo, condenaba día a día la contaminación urbana producida por
los gases letales del automóvil, señor absoluto de la ciudad capital. Por
ironía, en una carretera hacia el interior del país, conductor reciente, fugitivo
de la ciudad inhóspita, su vida quedó diseminada entre un montón de hierros
amorfos.
Domingo Miliani
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