
Conformó la llamada "Generación del 18", que junto con otros
intelectuales venezolanos como Ramón Díaz Sánchez, introduce en la literatura
venezolana una nueva interpretación de la realidad literaria e histórica. Según
su opinión, la falta de un carácter nacional se debe a la manera como se ha
enseñado la historia a los venezolanos: un culto exagerado por la etapa
republicana, una historia litúrgica donde se adora a los
próceres de nuestra independencia como a dioses y se condena nuestro pasado
español e indígena.
Durante su vida intelectual manifestó un profundo interés por el rescate de la identidad
nacional venezolana. Ya para el año 51 había diagnosticado el mal que padecemos
hoy: una crisis de pueblo, no del pueblo. El exagerado aumento de nuestra
costumbre consumista de cultura foránea, en detrimento de nuestros valores
nacionales, nos ha alejado de la solución planteada por él. Una solución que
busca rescatar del pasado histórico los elementos necesarios para asegurar un
piso cultural propio de los venezolanos.
¿Cuál era el verdadero fin de promover
el rescate histórico como solución al problema de la identidad y valores
nacionales? Don Mario Briceño-Iragorry en su ensayo Mensaje sin Destino hace
crecer la semilla que había sembrado en su prolija obra anterior, desde que
cambió su rumbo estilístico con El Caballo de Ledezma. Este interés
por la verdadera Venezuela histórica, punto de partida de su labor, alcanza su
mayor elevación al regresar a Venezuela Arturo Uslar Pietri después de dictar
durante más de cinco años la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la
Universidad de Columbia. Arturo Uslar Pietri promueve la investigación pública
sobre una posible crisis literaria en nuestro país y Briceño-Iragorry cree
necesario plantear desde el punto de vista histórico lo que a él le parecía que
era algo evidente: el problema no era un problema creador, sino una crisis de
pueblo, de identidad nacional.
El autor de Mensaje sin Destino pensaba
que el problema de nuestras letras tenía un fondo más crucial. La dificultad
surgía de la falta de sentido histórico de nuestro pueblo, de no entender la
historia como un sentido de continuidad y admitía la época del petróleo como un
arma de doble filo; que traería beneficios a nuestro país pero que a la vez
importaba valores ajenos que se configuraban como un peligro futuro para
nuestra identidad deficiente. Para su época Venezuela se encontraba en una
vehemente copia de cultura importada, traída por el mundo de la explotación
petrolera, que mermaba nuestras ansias naturales de progreso.
Briceño-Iragorry confía en que nuestra
cultura ha quebrado y la raíz principal de esto es que nos hemos convertido en
una nación antihistórica: una nación que no ha logrado asimilar su acaecer
histórico y ha dejado atrás voluntariamente toda la historia de la etapa
pre-republicana de nuestro país; historia cuya asimilación contribuiría a
forjar un verdadero carácter nacional. Según su opinión esto se debe a la
manera como se ha enseñado la historia a los venezolanos: un culto exagerado
por la etapa republicana, una historia litúrgica Donde se
adora a los próceres de nuestra independencia como a dioses y se condena
nuestro pasado español e indígena. Esto también suele ocurrir con nuestra
historia civil. Nuestros historiadores dedican su investigación a la
presentación de una efemérides bélicasin considerar los aportes del
pueblo mismo en tiempos de paz.
La ausencia de un examen total de
nuestro ayer, que admita nuestro pasado hispánico, ha contribuido sobremanera a
la poca asimilación de una Venezuela verdaderamente histórica, muchos prefieren
una historia corta de Venezuela que nace en el inicio de nuestra independencia
sabiendo que nuestro verdadero pasado se remonta casi cuatro siglos atrás, con
la conquista española. Para ello Briceño-Iragorry ilustra con ejemplos como el
de Australia cuyo día nacional no es el del nacimiento de la Commonwealth, sino
el de la llegada de los primeros inmigrantes ingleses. Esta fue la forma como
los australianos arrancaron su historia de las Islas Británicas, ésta fue la forma
como asimilaron su historia total en provecho de un progreso que hoy día no es
difícil de apreciar. No sólo progreso, sino identidad nacional.
Briceño-Iragorry consideraba necesario
reaccionar contra los valores extraños de la misma forma como antes habíamos
luchado contra las potencias extranjeras por nuestra independencia. Es
necesario también combatir a nuestros explotadores, no sólo en el orden
económico, sino en el orden cultural. En referencia a esto Briceño-Iragorry
menciona la deformación de nuestra lengua y nuestra comida.
Sin embargo, no atribuye todas estas
consecuencias a la cultura formada por el petróleo, sino a todos aquellos
venezolanos y extranjeros a los que se le concedió la explotación del mineral.
Según él es necesario una inmigración creadora que se asimile al país como lo
hizo el español de la provincia, una inmigración que no sea marginada, sino
incorporada al desarrollo de la nación.
Su obra literaria tuvo mucha
aceptación, tanto que Mensaje sin Destino tuvo que
reimprimirse pocos meses después de su primera edición. Sin embargo, como
consecuencia de la represión pública después del golpe de estado del 52 se vio
obligado a marcharse al exilio, desde donde trabajó fervientemente, hasta sus
últimos días, sobre la temática que tanto le preocupaba. Muestra de ello es que
desde su exilio hasta su muerte en el año 58 mantuvo correspondencia con
importantes personalidades tanto venezolanas como extranjeras y escribe libros
como La Hora Undécima, Introducción y Defensa de Nuestra Historia, Aviso a los
Navegantes y La Alegría de la Tierra, entre otros.
Hoy, a casi cien años de su nacimiento
y a treinta y ocho de su desaparición física, el llamado de Don Mario
Briceño-Iragorry late en sus libros, así como persiste el problema contra el
que se quiso enfrentar con un grito apagado por el tiempo, con un verdadero
Mensaje sin Destino.
Tomado del texto de José Lezama, titulado “A 100 años de su nacimiento
Mario Briceño Iragorry
y la verdadera identidad nacional”
Mario Briceño Iragorry
y la verdadera identidad nacional”
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